En el
Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso
Introducción
El abierto tono polémico de
nuestro artículo anterior, que invitaba al debate fraternal –pero firme y
sincero- al interior de la comunidad islámica, así como la transparencia en el
planteo de tópicos fundamentales para el crecimiento y desarrollo del Islam en
nuestra patria, no surtió el efecto deseado, aunque si el esperado.
Sin embargo, no es el caso.
Creemos que los temas abordados tienen una importancia superior a la que puedan
tener nuestras propias posiciones al respecto, y la falta de fluidez en su
tratamiento solo generarán dificultades en el sendero de la difusión y expansión
del Islam en la Argentina
y en alguna medida en América Latina. Es un caso en el que el silencio esta mas
lejos de la sabiduría y la determinación, que de la modorra y el
conservadurismo.
Las
referencias
El Sagrado Corán y la sunnah profética
brindan abundantes referencias que condenan la modorra, la soberbia y el
extrañamiento. Asimismo censura enérgicamente la especulación, la
descalificación, la desidia y el poner obstáculos a los creyentes en la senda
de Dios.
¡Cuánto mas explicitas son las
tradiciones de Ahlul Bait (P) legadas a la humanidad en medio de las más
terribles condiciones de opresión, despojo, padecimiento e injusticia!
Ciertamente con Su guía, otorgo a sus seguidores una sincera preocupación por
la vigilancia, la creatividad, la lealtad, la austeridad, el compañerismo y el
compromiso social, en particular con los pobres y oprimidos.
Como decíamos en nuestro
articulo anterior, la política es la vía de difusión por excelencia del Islam,
un espacio místico prácticamente inigualable, donde convergen la fe y la vida,
el individuo y la sociedad, la naturaleza, el intelecto y la unidad intrínseca
de la creación con su Creador[1].
Castrado de esta profunda dimensión,
el Islam quedaría reducido a una sucesión de ritos mecanizados que perdiendo su
sentido de orientación, expresarían por si mismos que allí alguna vez existió
una estrecha conexión de sentido entre el hombre y la Existencia.
La
gradualidad
En la Argentina los musulmanes
somos una pequeñísima minoría religiosa, mas visibilizada por la acción y la
propaganda del enemigo, que por nuestra influencia real en la vida concreta de
nuestros compatriotas. Como si la extranjerización propia de nuestra comunidad
basada en prejuicios reaccionarios no alcanzara, nuestra línea de difusión
centra sus cañones en contrarrestar la propaganda colonialista con mentalidad
igualmente colonial.
El enemigo nos ataca por ser
depositarios de una “cultura foránea” y nuestra comunidad responde desde las
colectividades y en árabe, explicando que los musulmanes de otros países no son
lo que el imperio dice, y pretendemos legitimidad “nacional” por la influencia
de ciertas palabrejas o costumbres culinarias traídas por abuelos inmigrantes
al país. Como decíamos antes, el pueblo escucha las perversiones imperialistas
sobre el Islam las 24hs del día los 365 días del año, pero no convive con el,
sencillamente porque los musulmanes no solo no conviven, sino que están
amargamente divorciados del pueblo argentino, encerrados sobre si mismos.
Aunque la comunidad islámica
argentina tuviera un poderoso multimedio e influyentes relaciones publicas,
esto no cambiaría un ápice. O sí pero para peor, porque a pesar del esfuerzo
que hacemos algunos, es probable que en este caso, nuestros propios medios
terminen por convencer a nuestro pueblo de que somos agentes de instituciones y
sociedades extranjeras, en lugar de creyentes y difusores de un mensaje
universal.
Porque el problema no esta en
los medios materiales con los que se cuentan para la difusión sino en la
orientación retrograda, sectaria y errónea de la misma.
Y esto es porque hay una línea
de difusión que no se hunde en las necesidades, intereses, tiempos, modos y
posibilidades del Islam en la
Argentina , sino en las necesidades, intereses, tiempos, modos
y posibilidades externas. Ni siquiera existe el espacio para una real
convergencia de estos dos puntos de vista. Cualquier intento de enderezar el
rumbo o integrarlo paralelamente al existente es condenado por aventurerismo e
ignorancia y enviado directamente al ostracismo.
Nuestro punto de vista es
diametralmente inverso. Creemos que no es tiempo de micrófonos ni protocolos.
Es tiempo de naturalizar con fe y con obras –indisolublemente ligadas en
nuestra tradición al punto de significar una sola y misma cosa- la presencia
islámica en el país. Integrarnos plenamente desde nuestra identidad y valores
al quehacer cotidiano de nuestro pueblo, y que el resto de la sociedad viva y
conviva con los musulmanes de carne y hueso, ni con los villanos dibujados por
el imperio ni con los héroes lejanos de los apologistas desnacionalizados.
El pueblo argentino padece los
mas diversos sufrimientos derivados del predominio de una cultura decadente y
reaccionaria impuesta a fuerza de sangre, fuego y corrupción, y no dudamos en
lo mas mínimo que el descubrimiento genuino del Islam, en el ejemplo de
nuestros hermanos de fe junto a la invitación y confraternización constantes en
nuestra tradición, refrescará las esperanzas de sectores cada vez mas amplios
de un pueblo severamente dañado por el derrotismo moral y social (los
prejuicios liberales y el exitismo político progre de algunos sectores, lejos
de representar el “espíritu nacional” constituyen la justificación del
conformismo, verdadero “opio” de los
pueblos).
Claro que esta perspectiva
desemboca necesariamente en un conjunto de desafíos complejos.
En primer lugar, los musulmanes
seremos sometidos a duras pruebas que galvanizarán la fe de los creyentes y
debilitaran notoriamente a hipócritas y arribistas.
En segundo lugar, el combate
sagrado contra el ego abandonará el tranquilo podio del formalismo para
hundirse profundamente en el corazón y la conciencia del creyente una vez
expuesto francamente a la cotidianeidad de una sociedad pervertidamente
adversa, sin más protector que Dios.
Por supuesto que fuera de la
burbuja de las colectividades y el ensimismamiento, se sinceran y purifican los
grados de fe, abandonando la virtualidad y el doble estándar para equilibrar su
valor real en la reunificación social del individuo.
Esto exige por otra parte,
lideres y referentes religiosos mucho mas versátiles, atentos, abiertos y
comprometidos con la construcción de la comunidad real, inmersos en los
problemas de nuestra sociedad en su conjunto, aunque en particular de los creyentes,
los pobres y oprimidos (cuando decimos inmersos no referimos al conocimiento estadístico
y analítico que proviene del estudio, sino principalmente del que se nutre del
acompañamiento, la interacción e intervención directa).
De esta orientación se
desprende lógicamente un método de trabajo “gradualista”, pero de un
gradualismo de características muy distintas al que impera hoy en la comunidad islámica
argentina[2].
Con estas impresiones
preliminares y generales damos por concluida esta etapa de nuestra participación
en la promoción de un debate que consideramos impostergable al interior de la
comunidad islámica.
Dios quiera que nuestras palabras
sinceras lleguen al corazón y al entendimiento de quienes trabajan por hacer
mas corta la espera…
[1] Por supuesto que la política a la que nos referimos aquí, trasciende
largamente el uso corriente que se le da como arte y disciplina para la
conquista del gobierno de una sociedad o un pueblo, ampliándolo al principio
básico del Islam –mucho mas completo y determinante- de “ordenar el bien y
combatir el mal” bajo la absoluta soberanía de Dios.
[2] Es llamativo que quienes critican nuestro gradualismo en ciertas
exigencias de la practica religiosa y en materia doctrinal, lo hacen en nombre
de la “integridad del Islam” aunque ellos caigan en un “gradualismo” aun mas
vulgar, estrechando su idea de “integridad” a un cúmulo de formalismos desprovistos
de sentido efectivo y deformaciones varias, extranjerización incluida.
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